
agosto 21, 2021
Chile comenzó su proceso constituyente y, con él, se multiplicaron los sueños.
Chile, por primera vez en su historia, tiene la posibilidad real de construir democráticamente su propio sueño: el sueño chileno.
Chile sueña con un país digno, pluricultural, diverso, desarrollado, ecosustentable, democrático, participativo, justo, libre e independiente.
Chile sueña, también, con un trabajo decente.
La OIT (Organización Internacional del Trabajo) define el trabajo decente como: “Lo que debería ser, en el mundo globalizado, un buen trabajo o un empleo digno. El trabajo que dignifica y permite el desarrollo de las propias capacidades no es cualquier trabajo; no es decente el trabajo que se realiza sin respeto a los principios y derechos laborales fundamentales, ni el que no permite un ingreso justo y proporcional al esfuerzo realizado, sin discriminación de género o de cualquier otro tipo, ni el que se lleva a cabo sin protección social, ni aquel que excluye el diálogo social y el tripartismo”.
Chile sueña con tener trabajos decentes. Trabajos donde se respete la dignidad y donde las y los trabajadores puedan desarrollar su derecho a la libertad sindical (sindicalización, negociación colectiva y huelga), que les permita mejorar de manera creciente y progresiva sus remuneraciones y condiciones de trabajo; donde puedan participar en la gestión y los resultados de la empresa; un trabajo con remuneraciones que les permitan vivir dignamente; un trabajo donde no se les discrimine; donde exista diálogo social con la empresa y una interlocución permanente con el gobierno; un trabajo que le permita el acceso a la seguridad social y una jubilación con pensiones dignas.
Chile tiene muchos sueños, todos relacionados con la vida en dignidad, pero de todos ellos, hay uno que es el que sostiene a todos los demás, es el sueño chileno a un trabajo decente.
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